Cuando puse en marcha este blog me hice la promesa de intentar escribir al menos un post a la semana. No, no puse en marcha el blog el 31 de diciembre 🙂
Como siempre, la realidad supera a la ficción y las obligaciones diarias se imponen a los buenos deseos. En honor a la verdad he de decir que he escrito más entradas de las que se ven, pero amparándome en el secreto médico (blog) – paciente y recordando que este blog lo utilizo muchas veces como terapia para descargar mis iras, esas entradas están en un entorno privado. Muchas me han servido de gran desahogo 🙂
Mi realidad es que he de gestionar 3 empresas, una de las cuales está en plena fase de transformación, y tratar de conseguir la confianza y los fondos necesarios para poner en marcha la cuarta. Así que casi no me queda tiempo libre porque, lo recuerdo también, soy marido -no ejemplar- y padre -tampoco muy ejemplar-.
Por eso me sorprendo cuando los breves momentos que tengo para ojear y escribir algo en alguna red social, me encuentro con gente que escribe 20 o 30 entradas diarias. Una de tres, o tienen a alguien que les hace el trabajo, o su trabajo es el de postear en redes sociales, o directamente no atienden el trabajo.
El tiempo que empleo en actualizar mis redes sociales personales y mi blog personal, o se lo quito a mi trabajo (= mis obligaciones) o se lo quito a mi familia (= mis obligaciones/mis devociones) porque al sueño o al descanso ya no les puedo quitar más.
En este sentido, me da miedo llegar a ser alguien algún día y sentirme en la obligación de escribir x artículos diarios porque haya otras personas que lo estén esperando, y ya no digo demandando.
No sé qué será mejor. Pero de momento, lo que me toca es ir de cráneo. Acéptame o recházame; pero es lo que hay 😉