tormenta

Ya no me sorprendo. Hasta hace poco no entendía cómo partidos políticos que estaban castigando a la ciudadanía con decisiones injustas o erróneas, o con incumplimiento de programas de gobierno, o incluso con corruptelas, volvían ser elegidos por esos mismos ciudadanos a los que estaban masacrando. Era un iluso.

Hoy ya no me sorprendo de nada.

El ser humano no sólo no es perfecto; además no es inteligente como se nos define.

Acaban de conocerse los resultados de las elecciones europeas y a simple vista podemos lanzar estos grandes titulares: «avanzan los partidos xenófobos, racistas e independentistas en los grandes países de Europa» y «en España, más del 60% de los votos se concentran en los tres grandes partidos, los que precisamente (o quizá por eso, por grandes) están enmierdados en escándalos de corrupción».

Lo tengo claro: el ser humano es mezquino.

Cuando las cosas van bien somos todos colegas, nos llevamos de maravilla y hasta nos animamos a crear un club llamado Unión Europea, para que todos podamos progresar, ser más fuertes, estar más unidos y ser todos más happy-family. Abrimos las puertas de par en par y para que todos nos sintamos como en casa ponemos una moneda única y una bandera común.

LLega la crisis, vienen mal dadas, y el ser humano vuelve a la realidad de su genética: primero yo, después yo, y si sobra algo, para mí. Ahora ya hay que expulsar a los vecinos, hay que cerrar las puertas y hay que volver a acuñar nuestra propia moneda.

Cuando los problemas acechan, volvemos a pensar en salvar nuestro culo. En lugar de pensar como colectivo, como especie, pensamos como individuo. Y así nos va.

Por donde pasa la especie humana deja huella. Para muestra un botón. Damos los primeros pasos en el espacio y ya lo hemos convertido en un basurero de chatarra. Somos así; va en nuestro ADN.

Pensamos en evolucionar sin trazar un plan que contemple los daños colaterales, y sin incluir planes alternativos por si vienen mal dadas. Si ésto ocurre, involucionamos, retrocedemos buscando el punto de partida donde nos sentíamos cómodos. Preferimos culpar de ello a los semejantes menos favorecidos. Somos incapaces de preveer errores así que menos capaces somos de reconocerlos y menos aún de enfrentarnos a ellos en busca de una solución que nos permita seguir avanzando, o al menos seguir por otra dirección, pero seguir.

Ahora resulta que la solución a la crisis en Europa pasa por desterrar a africanos y rumanos, por cerrar fronteras, por recuperar la moneda de cada país, por presentar pruebas de ADN para pedir el DNI o «simplemente» un puesto de trabajo. Y los corruptos, evasores y prevaricadores que sigan con nosotros que total ya estamos acostumbrados.

No conozco ningún caso donde la individualidad sea el camino al éxito. Hasta los deportistas individuales necesitan un equipo detrás: preparadores, fisios…

Sólo la unión hace la fuerza. Pero una unión inteligente, justa y equilibrada.

El ser humano sólo conseguirá evolucionar por el buen camino si piensa como colectivo, como colectivo universal, en lugar de pensar como individuo.

Si, ya lo sé; vuelvo a ser un iluso. Qué le voy a hacer, no soy perfecto; soy un ser humano.

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