obrero

A estas alturas de la película pocos discuten ya que este país necesita un cambio. Muchos afirmamos además que es el mundo entero el que necesita un cambio.

Hemos vivido hace poco -¿o ya mucho?- una especie de revolución en el panorama político español; nada que no sepáis ya, así que no me extiendo en esto. El cambio empezó por ahí. Gente y partidos con nuevas ideas, nuevas intenciones y muchas ganas de querer cambiarlo todo o casi todo. Bien, siempre es bueno obligar a mover sillas para que algunas posaderas no se vuelvan cuadradas.

Pero amigo, una cosa es querer cambiarlo todo, y otra cosa es poder cambiarlo todo. Es muy fácil plantearse ideas y proyectos, saber qué es lo que se hace necesario cambiar y qué es lo que es imperativo cambiar: corruptelas, sueldos, transparencia, dedicación, servicios sociales, sanidad, educación, protección animal, religión…. Todo ok. Pero ya digo que los toros se torean fácilmente desde la barrera, o por usar otro símil con el todos nos identificaremos mejor, qué fácil es ser entrenador de fútbol desde el sofá de casa.

El problema viene cuando se está en el lugar desde el que a priori se pueden hacer los cambios, cuando nos ponemos delante del toro o con los 11 jugadores frente a frente. Porque es ahí donde se descubre que una cosa es querer y otra bien distinta es poder. Porque es ahí donde uno se da cuenta que para poder, hay que saber poder.
Y saber es empezar por saber organizarse para empezar a trabajar en todo eso que se quiere cambiar. Y saber organizarse es saber también pedir consejo a quienes desempeñan funciones cada día desde hace años. Es llegar a un ayuntamiento o una diputación y hablar con los funcionarios para saber cómo se puede organizar ese cambio para que todo sea más ágil, más económico, más eficiente y más transparente.
Saber es conocer las necesidades, conocer ingresos y gastos, establecer prioridades, escuchar y comunicar.
Saber es saber pedir consejo cuando no se sabe, es informarse, es analizar.

Veo políticos que quieren mucho y saben poco, y lo único que hacen es ralentizar una maquinaria de por sí lenta, pasarse balones de unos a otros, desmoralizarse viendo cómo ese entusiasmo que atesoraban va mermando a cada día, correteando como pollo sin cabeza y soltando parches aquí y allí sin un orden ni una lógica.

¿Era mejor no intentar cambiar nada y dejarlo todo como estaba?. Desde luego que NO.

Pero resulta que entre el querer y el poder, además del saber, también tienes que toparte con el joder. El joder a uno mismo y a los demás. El joderte porque eso que querías cambiar (o que hace falta cambiar) resulta que no puedes cambiarlo, cuando tenías tantas ilusiones depositadas en ello. Y tienes que joder a los demás porque te das cuenta que muchas de tus acciones no son lo transparentes que defendías que debían de ser, o joder a los demás porque el no saber está provocando desajustes, lentitud y desorden y falta de trabajo a empresas que trabajan para la administración.
Y joder porque mucho de lo que querías hacer, no puedes hacerlo, no sabes hacerlo o es mejor no hacerlo. Joder también porque, a veces, una vez delante del toro o delante de esos futbolistas, pues que te parece mejor dejar las cosas como están porque, a fin de cuentas, si los otros vivían tan ricamente, ¿porqué vas a ser tu ahora el tonto del pueblo?.

Así que ya sabes, entre el querer y el poder…

 

 

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